viernes, 24 de agosto de 2012

Nadie habla de las prácticas sensuales de los etruscos, quizá porque nadie habla de los etruscos. Se sabe tan poco de ellos, que lo que se diga es mera especulación y proviene de restos arqueológicos - vasijas de cerámica, sarcófagos, bronces, joyas, esculturas, exvotos, monedas - que desafían la interpretación de los estudiosos, y de las escasas fuentes documentales de los romanos, sus más cercanos vecinos en el tiempo y el espacio. Sus tataranietos, como si dijéramos. O sus conquistadores y destructores finales, podríamos decir también. Y es de lamentar este ignorado pasado cuando existen incuestionables y certeros rumores de que los etruscos utilizaban la Eburna gaultheria de aromático aceite mentolado, la estimulante yerbalimón de la especie Cymbopogon flexoxus y, por supuesto, la quintaesencia del ambarluna en la confección de sus filtros amorosos y dedicados misterios orgiásticos. Que los etruscos eran dados a un erotismo refinado, no hay duda. Basta ver los casi borrados murales que decoran – reparemos en el nombre - la Tumba de la Fustigación, para comprender la fascinación que ejercían en ellos las mil y una posibilidades del juego voluptuoso. Con ese por demás descriptivo epíteto es conocida la atracción capital y sobresaliente edificación de la necrópolis del Monte de las Rosas, cerca de Tarquinia, antaño primera entre las ciudades federadas de Etruria. Algo debe indicarnos esa profunda, sorprendente, ingénita e inseparable relación entre la sexualidad y la muerte que los etruscos encontraban tan estimulante. Desde el floreciente puerto de Gravisca hasta el tan peleado vado del Tíber, el ambarluna comenzó a ser cosechado y codiciado como precioso elixir vivificante por mujeres claras de pelo oscuro y amplias caderas, suaves de tacto y cadenciosas en su andar, expertas en destilaciones y maestras en decantar lo que de potente y mágico encierra esta arcana resina. De sus características y efectos, a los etruscos les interesaba principalmente el orden mundano de lo erótico, pero también la alineación y simetría que guarda el ambarluna con lo sobrenatural, ya que la utilizaban como puente visionario y nigromancia adivinatoria. Armados de poderes semejantes, tres magníficos exponentes de aquella raza, Larth, Velthur y Aulus Spurinna, educados desde su infancia para conocer e interpretar el futuro, se impusieron como guías incuestionables de la alianza levantada contra los romanos. Y fue uno de los últimos miembros de esa misma familia quien intentaría en vano prevenir a Cayo Julio César de los nefarios Idus de Marzo, después de haber consultado los augurios encerrados en el tornasol ambarlunar. De nada sirvió, como bien sabemos. Más toscos, menos sensibles, más densos y menos finos que los etruscos, a los romanos se les escaparon muchos de los efectos balsámicos y sensuales del ambarluna, y se perdieron por ello, en detrimento de sus juegos sexuales, de la electrificante viveza y prolongado éxtasis que la fragancia ambarlunar proporciona a quien la degusta, inhala o frota en la piel. [CrónicasAmbarluna16] (24ago12)

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