viernes, 17 de agosto de 2012

He ordenado sus fotos en una secuencia casi cronológica. Digo casi porque corresponde en todo caso a mi cronológico descubrimiento de él; una secuencia de imágenes que lo fueron revelando a mis ojos poco a poco, sujetas a sus caprichos y a mi curiosidad: un desierto – Serengueti quizá – donde el polvo levantado por las ruedas del vehículo aún no se sosiega y provoca que entorne los ojos y su rostro aparezca lejano y difuso; una solitaria banca como escenario de su perfil; aquella tarde junto al mar en el revuelo de la brisa; el quicio de la puerta de su casa, casi tan familiar como el marco de sus brazos; una colección de adivinanzas y ensueños en otras imágenes que lo muestran diverso pero siempre intenso, presente, sólido como un acantilado de granito. Descubro en una foto bastante singular, por diferente, sus ojos francos, directos, una expresión en su boca que es la huella de casi una sonrisa que apenas empieza o que acaba de terminar. Mira directamente a la cámara rodeado de cosas que son él, que parecen puestas al azar, aparecidas porque le pertenecen y evocan su cotidianeidad: pluma, libros, la taza de café, mapas y cartografías, ejemplares de especies botánicas vivas, dos o tres vestigios pétreos junto a una lupa y la vieja brújula, la sombra apenas visible de un gato negro. Con el dije de ambarluna latiendo aromático en sintonía con mi piel, me paseo desnuda por sus fronteras, tocando aquí y allá sus palabras bajo la mirada de águila que lanza al descuido, recordando lo que su voz aviva, los lugares ocultos que ha acariciado sin saberlo, los deseos que ha despertado y descubierto, los mil caminos que abre sin imaginarlo. Rozo con los dedos y con la imaginación cada uno de sus regalos: dibujos, textos, música, flores, un higo maduro saboreado a mordidas en una tarde estival, confesiones, desafíos, lágrimas derramadas, risa compartida, revelaciones a su ritmo y en su momento… ¿Y si no nos hubiésemos conocido nunca? ¿Y si viviésemos en total proximidad sin sabernos, perdidos el uno del otro, muertos de un olvido que nunca sería recuerdo? La inopinada posibilidad me llena unos segundos de angustia. Unos segundos que su presencia y el tornasol ambarlunar se encargan de aquietar y desvanecer… [CrónicasAmbarluna15] (17ago12)

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