domingo, 5 de mayo de 2013

Un tanto avergonzado o quizá sobrepasado por sus propias emociones, Nuncamás sigue el precepto ancestral y se torna invisible. Acostumbrado a los espacios recónditos, sombríos, nebulosos, lóbregos, ocultos, nocturnos y sobrenaturales, la luminosidad del trópico y su amplio colorido le causan todavía cierta desazón, no atina a qué hacer frente a los cielos cancunenses tornasolados y naranjas, ni comprende todavía la simetría cromática de la capa con la que decidí vestirme hoy. Pero algunos pasos en nóveles territorios se está animando a dar. Por lo pronto, ya dejó las botas negras y ha aceptado probarse una variedad de sombreros y vestimentas más a tono con su nueva existencia, sin por ello hacer a un lado, aclara, su negro plumaje ni la bruna faz de su alma…

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