sábado, 27 de abril de 2013

MEDIAS NEGRAS


En el ritual del vestuario hay distintos instantes según la prenda, la sensación que produce y la imagen que evoca. En este momento, con movimientos deliberados, me pongo las medias. Esas negras que le gustan; las que no requieren liguero sino que se sostienen por el prodigio de un encaje bordado que ciñe mis muslos. Mientras las deslizo con cuidado, fantaseo con el momento en que él me las quite. Sé que primero me acariciará sobre ese efecto terso y resbaladizo, sobre el contraste claroscuro del fino tejido contra mi piel, sobre el deseo que aflora en cada uno de mis poros. Sé que luego me las quitará despacio, gozando cada centímetro que se desnuda, cada pausa en el contacto de sus manos al recorrer mis piernas y llegar hasta mis pies.
¿Adivinarán las yemas de sus dedos el perfume sutil que me puse y que se mezcla con la fragancia ambarlunar? Me gusta pensar que sí, que muy pronto, después de las medias, seré despojada del resto de las sedas y blondas pensadas para su satisfacción y la mía. Soy pequeña, pero en sus manos y bajo su cuerpo lo soy aún más: maleable, ligera, tornadiza, dispuesta y entregada. “¿Acaso soy tu muñeca de trapo?”, le pregunto. La respuesta es su sonrisa y un diminutivo que lo confirma: “Muñequita…” Y procede a atraerme, jalarme, subirme, bajarme, tornarme, alejarme y atraerme de nuevo en una danza inventada por nosotros con la maestría de nuestros besos y al son de nuestros antojos. Se nos va el tiempo sin sentir, un tiempo que ya no es de viernes o de lunes o de martes. Un tiempo que transgrede los días de la semana y compacta el transcurrir de los meses y alarga la certeza del amor. [CrónicasAmbarluna49] (27abr13)


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