Una vez terminado el capítulo IV de la tesis, no queda más
que iniciar el V y último. No obstante, el dije de ambarluna pide otra cosa. Me
llena de aromática calidez. Quiere que deje volar mis alas sin diques a la
imaginación. Mi cuerpo ya conoce esa sensación que comienza desde la vibración
ambarlunar y se extiende como una marea, mutando mis sensaciones y nostalgias
de la misma forma en que a veces lo hace la luna creciente y gibosa. Sus emanaciones
me provocan y traen recuerdos, el de su voz, sus manos sabias, besos húmedos,
una mirada que es toda caricia. Sentada frente al teclado, la memoria tangible
de estos días en que estuvimos juntos me conduce casi con prisa, a leves
sutiles empujones, a intentar plasmar lo que nos dijimos más allá de las
palabras. “Mi escribana”, me llama él. “Hermoso”, le contesto. Su provocación
juguetona me arranca una sonrisa y sus largos brazos me alcanzan y me atraen.
No hay duda que le pertenezco. Soy de su piel y de sus ojos y me entrego a su
entrega. Si las palabras pudieran describir el amor, lo harían. [CrónicasAmbarluna48]
(21abr13)
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