sábado, 11 de mayo de 2013

AULLIDO





Las sorginak tenemos una ventaja: nos es permitido aullar. Pocas expresiones de tal libertad existen. Un aullido desde las vísceras, que hace vibrar la sangre y el músculo, que potencia la conexión y hace eco a lo largo y ancho de la cordillera que nos alberga.
Un fragor que equilibra líquidos y humores, aclara gargantas y retinas, seca rescoldos de ira y limpia el cansancio. Un bramido que purifica el estremecimiento que nos recorre cuando el fin se aproxima, la transmutación aguarda y la sangre de la bruja pulsa pendular entre el terror y la vida. En las noches de luna llena armonizamos nuestros aullidos con los de la manada hermana que nos toca en turno acompañar. En la soledad de nuestros páramos personales, o bajo el abrazo protector de nuestra madriguera, o bailando arreboladas y triunfantes en el Aker Larre, aullamos.
Cuando sostenemos contra el horizonte el pesado amuleto de crisoberilo mientras que el talismán de ambarluna acecha el instante de romper en fulgores líquidos y destellos incandescentes, aullamos. Y aullamos de madrugada anunciando la llegada del Akerbeltz, cuando la luna eclipsa al sol en conjunción con la constelación indicada, cuando la superficie rocosa de la tierra y el oleaje del mar reflejan el tumulto estelar y el corazón se estremece en latidos desbordados ahuyentando la indiferencia que es prólogo del olvido. [Paréntesis23] (11may13)
 

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