domingo, 29 de julio de 2012

Corresponde a las brujas saber que este plano existencial es un peregrinaje y que los días se suceden unos a otros sin un fin previsible, como estaciones en la ruta que sólo marcan descansos y relevos. Saber que lo que importa en el camino es la jornada y lo que cada una de ellas trae consigo. Y saber que cada una es distinta de la anterior y que el único secreto es mostrar las palmas de las manos y abrir la piel a lo que la jornada regala y permite. Ésta, y así, es hoy la jornada. Saberlo requiere disciplina; practicarlo demanda vigilancia, arrojo y flexibilidad. Sin esa sabiduría, la vida eterna de las brujas sería el martirio en el que se convierte cuando olvidan su juramento, propósito y encomienda, cuando caen en la tentación de mirar al pasado sin la protección del ambarluna, sin el amparo del conjuro, sin el fulgor del Poder, dejándose confundir por lo que pudo ser y corroer por lo que no fue; o cuando osan visualizar el futuro sin anclarse en el presente, en el vuelo, en la sensación, en el diálogo de las constelaciones, en las voces del mundo, en todo aquello que forja la brújula de su destino y las significa. El pasado y el futuro son trampas sutiles, despeñaderos súbitos, escollos ocultos, riesgos desatendidos, desdeñados, afrentados, que sólo por un acto de fuego y el sortilegio del tiempo presente se transforman en instrumentos útiles de voluntad y magia. [Paréntesis7] (28jul12)

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