sábado, 21 de julio de 2012

Mi color predilecto es realmente el anaranjado en toda su gama, desde el azafrán luminoso y estridente, y los suaves tonos del salmón, el melocotón y la mandarina, hasta el naranja quemado, el ladrillo terroso y el siena natural de la teja, pasando por el coral, el escarlata, el amielado y el de reflejos cobrizos, ocres, mostazas y dorados. Por ello, el dije de ambarluna que él me regaló me va tan bien, responde armónicamente con mi tono de piel y acompaña mi usual temple y humor. Se dice que el naranja – nombre de una deliciosa, afrodisíaca y antaño exótica fruta – es el más llamativo y ubicuo de los colores y, al mismo tiempo, el más desapercibido y subestimado, ya que cantidad de cosas que definimos como rojas o amarillas, los colores primarios que lo constituyen, son en realidad anaranjadas: el atardecer y el amanecer, el cabello, las zanahorias, la piel del tigre, del zorro y de algunos gatos, ciertos peces dorados, los tejados… Él dice que el naranja me agrada y me pertenece por ser un color lleno de sabor, excitante, poco convencional y simbólico del peligro. Yo le respondo que tiene razón. Aquel viernes, mientras degustábamos una de sus creaciones culinarias – una pasta al dente con el aroma y la tonalidad del curry – nos encontramos hablando acerca del efecto que ejercen los colores en el estado de ánimo de las personas, una teoría que, con todo y su modernidad, viene de muy atrás en el tiempo y recoge la maestría de los egipcios y fenicios - expertos éstos en las artes de la tintura y su comercio -, los saberes de nigromantes árabes y herbolarios renacentistas, hasta las disquisiciones psicológicas y simbólicas de Goethe, que pretendían echar por tierra los experimentos en torno a la óptica y la percepción de los colores desarrollados un siglo antes por Newton. En respuesta a mi soliloquio, él comentó que, a pesar de las sensaciones individuales, hay una comprensión universal de las tonalidades que corresponden a cada estación del año; que las impresiones y vivencias que producen los colores son compartidas, a pesar de que cada quien vea, sienta y juzgue los colores de una manera personal. Tomándome desprevenida en medio de una frase acerca de la correspondencia de los colores con el tono de piel y la armonía de un tono subyacente, tan similar a la tonalidad en que está compuesta una obra musical, él aludió entonces al color púrpura de mi ropa interior y a sus posibles efectos en mi disposición permisiva de esa noche. El púrpura, mi segundo color favorito, mezcla versátil, magistral y no espectral del magenta y el cian, opuesto natural del naranja, legendario tinte relacionado con Helena de Troya y un molusco – Murex brandaris - que su perro favorito descubrió aquel día en... Pero él me atajó con una sabia caricia, devolviéndome una vez más al cautiverio purpúreo de mi cuerpo. Me rendí al implacable asedio de sus ojos verdes con una condición: que él mismo bajara los tirantes y desabrochara el encaje que me ceñía… [CrónicasAmbarluna11] (20jul12)

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