domingo, 29 de julio de 2012

Corresponde a las brujas saber que este plano existencial es un peregrinaje y que los días se suceden unos a otros sin un fin previsible, como estaciones en la ruta que sólo marcan descansos y relevos. Saber que lo que importa en el camino es la jornada y lo que cada una de ellas trae consigo. Y saber que cada una es distinta de la anterior y que el único secreto es mostrar las palmas de las manos y abrir la piel a lo que la jornada regala y permite. Ésta, y así, es hoy la jornada. Saberlo requiere disciplina; practicarlo demanda vigilancia, arrojo y flexibilidad. Sin esa sabiduría, la vida eterna de las brujas sería el martirio en el que se convierte cuando olvidan su juramento, propósito y encomienda, cuando caen en la tentación de mirar al pasado sin la protección del ambarluna, sin el amparo del conjuro, sin el fulgor del Poder, dejándose confundir por lo que pudo ser y corroer por lo que no fue; o cuando osan visualizar el futuro sin anclarse en el presente, en el vuelo, en la sensación, en el diálogo de las constelaciones, en las voces del mundo, en todo aquello que forja la brújula de su destino y las significa. El pasado y el futuro son trampas sutiles, despeñaderos súbitos, escollos ocultos, riesgos desatendidos, desdeñados, afrentados, que sólo por un acto de fuego y el sortilegio del tiempo presente se transforman en instrumentos útiles de voluntad y magia. [Paréntesis7] (28jul12)

viernes, 27 de julio de 2012

Lo verdaderamente sorprendente de su naturaleza es que el ambarluna se encuentra en dosis microscópicas en la piel de algunos animales. No se sabe con exactitud cómo es que esto ocurre ni cómo llega ahí, pero especies tan distintas como los lobos y ciertos felinos – gatos negros, jaspeados y atigrados, linces, guepardos y jaguares - poseen una carga de esta sustancia en la coloración de sus abrigos y tienen la capacidad de irla soltando junto con su almizcle, como marca de identidad, mientras dejan sus huellas en la nieve y las almohadas. Y es aquí donde entra en juego la luna, porque este astro cumplidor y garante de las mareas y de los vaivenes de prácticamente cualquier líquido, del movimiento mensual de la sangre, de la volubilidad femenina, de los claroscuros nocturnos, de los devaneos mentales y hasta de las acometidas románticas y los excesos amorosos, le imprime al ambarluna su más curiosa capacidad, la de deslizarse por el pelo de estos animales en gotas de néctar diminutas e impensadas cuando un ser humano se les acerca, cautivándolo para siempre con su aroma o bien alejándolo con total rechazo y despido irremisible. Y son estas mieles etéreas del ambarluna, cosechadas únicamente en la improbable confluencia de los animales, los humanos y la luna, las que mayor poder balsámico ofrecen. Confluencia que se antoja imposible ante tantos imponderables, y que sin embargo se da y existe… O eso dicen y me consta que hay algo de cierto en ello. [CrónicasAmbarluna12] (27jul12)

sábado, 21 de julio de 2012

Mi color predilecto es realmente el anaranjado en toda su gama, desde el azafrán luminoso y estridente, y los suaves tonos del salmón, el melocotón y la mandarina, hasta el naranja quemado, el ladrillo terroso y el siena natural de la teja, pasando por el coral, el escarlata, el amielado y el de reflejos cobrizos, ocres, mostazas y dorados. Por ello, el dije de ambarluna que él me regaló me va tan bien, responde armónicamente con mi tono de piel y acompaña mi usual temple y humor. Se dice que el naranja – nombre de una deliciosa, afrodisíaca y antaño exótica fruta – es el más llamativo y ubicuo de los colores y, al mismo tiempo, el más desapercibido y subestimado, ya que cantidad de cosas que definimos como rojas o amarillas, los colores primarios que lo constituyen, son en realidad anaranjadas: el atardecer y el amanecer, el cabello, las zanahorias, la piel del tigre, del zorro y de algunos gatos, ciertos peces dorados, los tejados… Él dice que el naranja me agrada y me pertenece por ser un color lleno de sabor, excitante, poco convencional y simbólico del peligro. Yo le respondo que tiene razón. Aquel viernes, mientras degustábamos una de sus creaciones culinarias – una pasta al dente con el aroma y la tonalidad del curry – nos encontramos hablando acerca del efecto que ejercen los colores en el estado de ánimo de las personas, una teoría que, con todo y su modernidad, viene de muy atrás en el tiempo y recoge la maestría de los egipcios y fenicios - expertos éstos en las artes de la tintura y su comercio -, los saberes de nigromantes árabes y herbolarios renacentistas, hasta las disquisiciones psicológicas y simbólicas de Goethe, que pretendían echar por tierra los experimentos en torno a la óptica y la percepción de los colores desarrollados un siglo antes por Newton. En respuesta a mi soliloquio, él comentó que, a pesar de las sensaciones individuales, hay una comprensión universal de las tonalidades que corresponden a cada estación del año; que las impresiones y vivencias que producen los colores son compartidas, a pesar de que cada quien vea, sienta y juzgue los colores de una manera personal. Tomándome desprevenida en medio de una frase acerca de la correspondencia de los colores con el tono de piel y la armonía de un tono subyacente, tan similar a la tonalidad en que está compuesta una obra musical, él aludió entonces al color púrpura de mi ropa interior y a sus posibles efectos en mi disposición permisiva de esa noche. El púrpura, mi segundo color favorito, mezcla versátil, magistral y no espectral del magenta y el cian, opuesto natural del naranja, legendario tinte relacionado con Helena de Troya y un molusco – Murex brandaris - que su perro favorito descubrió aquel día en... Pero él me atajó con una sabia caricia, devolviéndome una vez más al cautiverio purpúreo de mi cuerpo. Me rendí al implacable asedio de sus ojos verdes con una condición: que él mismo bajara los tirantes y desabrochara el encaje que me ceñía… [CrónicasAmbarluna11] (20jul12)

domingo, 15 de julio de 2012

Las brujas sabemos algunas respuestas a los afanes inquietantes de los humanos, a las desazones que asaltan su sueño, a la zozobra que abruma sus cavilaciones. Sabemos de aquello que cubre de polvo las ilusiones tornándolas áridas y densas, restándoles ingravidez; aquello que alimenta los pretextos y el insomnio, lo que no permite la explosión de la risa ni curar los secretos miedos. Lo sabemos porque nos consta qué hay detrás del espejo; conocemos el anverso y reverso del crepúsculo, discernimos el significado disyuntivo del cruce de caminos, comprendemos que la marea y el relámpago son uno y lo mismo, desciframos a golpes de intuición la soledad y hemos experimentado en carne propia la angustia del primer aliento. Podríamos, si quisiéramos, aliviar sus quebrantos, anegar sus corazones de filtros decantados de ambarluna e impregnarlos de placidez. Si estuviera en los designios, allanaríamos sus venas para inocular su sangre y borrar con un antídoto el desconsuelo. Si tuviéramos a bien hacerlo, con nuestra risa pulverizaríamos la confusión. Si quisiéramos, podríamos revelarles que el clamor del oleaje, el llamado insistente del mar, cesa sólo cuando finalmente se le obedece… (Paréntesis6) (15jul12)

viernes, 13 de julio de 2012

No parece ser por un mero e inexplicable descuido que el ambarluna no aparezca en los principales textos alquímicos, ni que haya sido dejado fuera inadvertidamente de las fórmulas mejor conocidas y perfeccionadas de la transmutación. No, más bien parece una omisión hecha a propósito, planeada y ejecutada a sabiendas y con un fin inmarcesible que desconocemos, lo que resultó ser a la postre una ventaja, pues de esa forma se ha logrado conservar su oscuro y potente elixir inexplotado, disponible únicamente para aquellos que descubran su clave y descifren su secreto sortilegio… A Teofrasto Bombast von Hohenheim, mejor conocido como Paracelso, por ejemplo, el ambarluna le pasó inadvertido; y aunque Isaac Newton en sus incursiones y disquisiciones alquímicas - de las que nadie habla por ser científico-políticamente incorrecto hacerlo, a pesar de que escribió más de un millón de páginas sobre el tema bajo el pseudónimo y anagrama de Jeova Sanctus Unus – Newton, decíamos, aunque lo adivinó en aquellas sus noches de culpas y locura, cuando componía interminables listas de defectos capitales y pecados cometidos; cuando autoconfeso aceptaba en el papel sus arrebatos de ira, sus episodios de amenazas físicas y verbales, sus ansias aniquiladoras que, no sabemos, pudieron quizá haber desembocado hasta en violencias impensadas… aunque lo intuyó, de todas formas no logró aislar completamente los aceites primarios del ambarluna ni decantar, a su entera satisfacción, su quintaesencia. De nada le valió que se sumergiera en la Prisca Sapientia, desentrañando los códigos y símbolos de estos antiguos textos cabalísticos, ya que solo logró obtener muestras impuras e inacabadas. Las referencias a esta caprichosa resina aparecen en signos cifrados en su famosa “Tabula Smaragdina”, así como al final de algunos de sus listados de faltas, yerros, omisiones, daños, engaños, agravios, injurias, olvidos, culpas y descuidos. Las irradiaciones ambarlunares son descritas como un remedio potente para el mal del alma, aunque Newton no consiguió probar esa hipótesis ni verificar en carne propia su poderío liberador. A pesar de sus notables propiedades, ¿habría podido el ambarluna aliviar en algo las pesadillas de este ser atormentado, dedicado al obsesivo estudio de la naturaleza y composición de la luz, del espectro de sus colores en el prisma, de la convección térmica, de la velocidad del sonido, de la mecánica de los fluidos, del origen de las estrellas y de la fabricación de colorantes, además de todo el asunto de la gravitación? ¿Cómo habría reaccionado a este potente alcaloide su mente brillante y genial, presa frecuente de accesos de cólera y reacciones bipolares y que no obstante, provocando nuestra ternura ante su modestia, restaba importancia a sus logros científicos cuando afirmaba comportarse como un niño que, jugando al borde del mar, se divertía buscando de cuando en cuando una piedra más pulida y una concha más bonita de lo normal, mientras que el gran océano de la verdad se exponía ante él completamente desconocido?… Al parecer, Newton gustaba de automedicarse, probar en sí mismo infusiones, pócimas, filtros, elixires y bebedizos preparados en su laboratorio de Cambridge y experimentar con potentes estupefacientes, venenos y ambrosías. Sólo podemos especular si acaso las fortificantes emanaciones naturales del ambarluna le sirvieron en estos casos de antídoto y si la simple proximidad de la emulsión aromática de esta resina contribuyó a su longeva vida de 84 venerables años… [CrónicasAmbarluna10] (13jul12)

viernes, 6 de julio de 2012

Habita en su casa un gato negro que no puede decirse que sea de él, ya que los gatos no son de nadie sino de sí mismos e invariablemente se comportan como dueños de sus dueños. Para este gato en particular, constituyo parte integrante y significativa del territorio que domina y recorre como amo y señor, con una jerarquía ligeramente más alta que los ratones, las lagartijas y otros objetos de interés lúdico que lo pueblan; soy una de sus preciadas posesiones relacionadas con el apetito y las estrategias para satisfacerlo. Accede a ser mimado - he aquí la expresión de su amor - porque le gusta y porque sabe que lo recibirá recíprocamente de mí, además de atención indivisa, fascinación por su hermosura, querencias susurradas a su oído y selectos trozos de pescado que comparto de mi plato. Descansando en mi regazo, se sabe tan seguro como él de su imperio, pues su apacible maullido y el toque insistente y tibio de su pata me reclaman también como suya… El gato y él, ambos mirándome con ojos verdosos y amielados, ambos iluminados indistintamente por los sutiles destellos que escapan del dije de ambarluna, ambos relamiéndose pero por diferentes razones y con propósitos contrarios, pues mientras el gato pide ser acariciado, él en cambio desea acariciarme, y cuando se acerca con la intención de encerrarme en sus brazos, no solo me dejo, sino que quiero ronronear… [CrónicasAmbarluna9]