viernes, 12 de octubre de 2012

“Permítame citar a Pufendorf” - me dijo muy serio el bibliotecario referencista aquella tarde estival en la que el cielo marsellés amenazaba borrasca – “En su Introducción a la Historia General y Política del Universo, Amsterdam,1743, Pufendorf habla en términos inusuales pero inequívocos acerca de las propiedades oníricas del ambarluna…”
Yo no le respondí. Me limité a mirar los añejos tomos que él iba apilando sobre el mostrador, mientras salpicaba su discurso aquí y allá de oscuras citas y latinajos. Parecía haberle entusiasmado el tema de mi búsqueda bibliográfica. La biblioteca olía a papel viejo y a estantería de sicomoro, la madera incorruptible que los egipcios utilizaban para guardar a sus momias. Yo olía a ambarluna y el bibliotecario no pudo evitar fijarse en el dije que colgaba de mi pecho ni abstenerse de comentar su fulgor tornasolado. “Imagino que usted ha experimentado su efecto apotropaico” – añadió señalando el dije; y como yo, en lo que se refiere al ambarluna siempre hago mi tarea, le pude responder que sí, que tal era normalmente lo que se esperaría de un talismán cuyo objetivo, entre otros muchos, era atraer la buena suerte y asegurar la protección de su dueña. “Yo en lo personal” – continuó el bibliotecario – “prefiero el Udyat, completo en sí mismo y cuyas propiedades mágicas, purificadoras y sanadoras me dan cierta resistencia a los efluvios de este lugar…”
No pregunté, pero entendí que se refería a la biblioteca por el gesto de sus brazos, que abarcó el espacio circundante de libros, pilas de documentos y rollos de papiro y pergamino. “El Ojo de Horus es un símbolo solar que encarna el orden, lo imperturbado, el estado perfecto, la estabilidad cósmica”. No quise contradecir su preferencia, pero comenté que el ambarluna abraza, en cambio, la flexibilidad de la vida, el vaivén de la naturaleza, la luz y la sombra de las emociones, el sortilegio de la sensualidad… “Madame” – me espetó mirándome por encima de sus pequeños anteojos – “quizá deberíamos comparar notas acerca de nuestras aparentemente contradictorias y sin embargo complementarias inclinaciones…” No dije que no y me limité a sonreír. El ambarluna, entonces, restalló en brillos perfumados. [CrónicasAmbarluna23] (12oct12)

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