jueves, 18 de octubre de 2012

Me paré frente al espejo y pensé: éste vestido le encanta. Ciñe mi cuerpo en ciertos lugares, lo libera en otros; texturas que se adhieren, vuelos que sugieren. El naranja, el púrpura el turquesa y el verde oscuro se combinan a la perfección en coloraciones otoñales tan mías y de mi piel. Los tacones hacen juego, al igual que los pequeños aretes que no estorban los destellos del dije ambarlunar…
“¿Sabes qué me gustaría?” – me escuché decirle – “Pararme frente a un espejo, de esos antiguos, bruñidos, de cuerpo entero, finamente enmarcado en plata con incrustaciones de nácar y ambarluna que irradien fragancias resinosas... Bajarme lentamente los tirantes del vestido, dejarlo caer y tras él uno a uno mis disfraces, y que queden tirados por el suelo. Mirar mi cuerpo con deleite, sin reparos. Sentirte atrás de mí, rozando mi espalda, tan cerca que tu aliento se confunda con mi pulso; descubrirte siguiendo con tus dedos la directriz y el confín de mi mirada…” Él entonces se acercó, me pidió que cerrara los ojos, acarició los contornos del vestido y procedió a transmutar mi fantasía... [CrónicasAmbarluna24] (19oct12)

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