viernes, 4 de enero de 2013

Tras rebuscar en un antiguo catálogo, encuentro el “Almanaque, Repertorio y Efemérides de las Centurias” - un tomo lleno de polvo, escondido en el anaquel más desvencijado y sombrío de los libros perdidos. Escruto el año en cuestión: 1893. ¡Qué año fue aquel! Comenzó en domingo y se inauguró con lo que se convertiría en una adicción, en una empresa multibillonaria, en la herramienta y punta de lanza de una cultura: ¡el registro de la marca Coca Cola! Le siguió el nacimiento del extraordinario surrealista Joan Miró – cosa que apunto diligente - y el derrocamiento de la reina Liliuokalani de Hawai por los marines gringos que, aunque suena suficientemente dramático, no es lo que busco.
Sigo revisando el contenido y me entero que en 1893 Gandhi cometió su primer acto de desobediencia civil y que Edvard Munch pintó “El Grito”. Me parece interesante que Swami Vivekananda se llevara una ovación en el Parlamento Mundial de las Religiones en Chicago (primera vez que se oyó hablar públicamente en Occidente acerca del yoga) y sonrío al recordar que también recorrió el mundo la noticia de la supuesta muerte de Sherlock Holmes en las cataratas Reichenbach. Pero fuera del nacimiento de Miró, dudo de encontrar algo insigne y crucial en esas fechas ocurridas hace 120 años que arroje luz sobre las Serpientes Acuáticas.
Quizá deba remontarme a 1833, o bien una centuria y dos décadas más atrás, a 1773, de terribles consecuencias para quienes sufrieron el terremoto que destruyó la Antigua Guatemala. Muchos acontecimientos, es cierto, pero nada sobre mi viperina indagación. Me adentro todavía más en el pasado hasta 1713, hace exactamente 3 siglos, y aún más, hasta 1653, a 300 años de mi nacimiento, pero fuera de la llegada al mundo de dos músicos favoritos, Corelli y Pachebel, nada más indica la presencia de las sierpes de mi predilección. Regresando en el tiempo, 1953 atestiguó más de quince detonaciones atómicas, el descubrimiento de la molécula helicoidal del ADN y la primera ascensión al Everest. Entre todos esos eventos encuentro la huella que indago en el natalicio, ese año, de Pat Benatar, Paul Krugman, Roberto Bolaño, Benazir Bhutto y John Malkovich, todos ellos congéneres míos.
1893, 1953 y 2013 son los más recientes años gobernados por la Serpiente de Agua, o al menos eso dicen los chinos. Los años Serpiente se repiten cada 12 ciclos solares, pero su cualidad acuática sólo ocurre cada seis décadas. La inofensiva Natrix mauda, la tropical Pelamis platura, la Laticauda colubrina de hermosos anillos y la Anaconda, reina de los ríos sudamericanos, entre otras, nada tienen que ver en el asunto, aparte de inspirar a la Serpiente de Agua a tomar para si algunas de sus peculiaridades célebres, rasgos memorables y competencias más notorias.
En el último capítulo, que carece de título pero que versa sobre augurios, portentos y conjeturas, e incluye un anecdotario de trivialidades curiosas y apostillas esotéricas, el Almanaque me confirma que “así como el agua se infiltra a través de prácticamente cualquier barrera, así una Serpiente nacida en un año de Agua ejercerá una amplia influencia mediante su profunda penetración intuitiva… Esta Serpiente inexpugnable está dotada de un fuerte carisma y es de naturaleza inquisitiva. Astuta, de mentalidad práctica y materialista, la Serpiente de Agua posee gran capacidad mental y un intenso poder de concentración. Es capaz de excluir los motivos de distracción y de hacer a un lado los aspectos sin importancia cuando se trata de un planeamiento general. Jamás pierde de vista sus objetivos ni queda fuera de contacto con la realidad… Artística y erudita, la intelectual de este signo es también práctica. Aunque quizá adopte una apariencia imperturbable, en realidad este tipo de Serpiente es de memoria larga y puede albergar resentimientos durante toda la vida. Es capaz de tener la paciencia de Job, combinada con la mordedura de una cobra real…” ¡Vaya!
La serpiente en la que estoy pensando es parecida, pero tiene ojos de ambarluna. Su racionalidad se detiene ahí donde comienza su deseo, su instinto la guía hasta la frontera donde se pierden sus sueños. Le gusta deslizarse sobre la arena caliente, pero adora el mar, al que sirve, tributa y celebra. Y posee alas, a pesar de su entorno acuático, mismas que no están cubiertas de plumas sino de brillantes escamas. No me sorprende enterarme que su alma gemela sea el Dragón de Agua, así que leo con atención: “Destinados a ir de la mano por la vida y entenderse como viejos amantes y cómplices, estos dos seres legendarios se equilibran mutuamente. Se mecen en el vaivén de su intensa sexualidad, entrelazados en la espiral del juego y del deseo. El elemento acuático suaviza la temeridad draconiana y ayuda al Dragón a redirigir su energía tornándolo sumamente perceptivo, capaz de dar un paso atrás para apreciar una situación con la debida perspectiva y demostrar su pericia en el arte de la paciencia. Por ello es un gran negociador, sus decisiones son inteligentes y suele llegar a acuerdos favorables hasta con los más reacios personajes”. Tan reacios y escurridizos como las Serpientes de Agua, pienso, y ahora entiendo cómo y por qué a él, al Dragón que tengo en mente, esta Serpiente no ha de escapársele... [CrónicasAmbarluna35] (4ene13)

No hay comentarios:

Publicar un comentario