lunes, 19 de noviembre de 2012

Quizá no recuerdes nuestro encuentro en aquel otro mundo, un paso y luego otro en el pasillo flanqueado de espejos, la ropa que se iba quedando por el suelo como una segunda piel descartada – desnudez repetida al infinito -, el aroma del mar que colgaba del techo, las suaves gotas de sudor que acompañaban nuestros dedos, el sabor salvaje de los besos que nos dimos. Yo no lo he podido olvidar. Se me ha quedado el gusto por ti en la lengua.

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