domingo, 21 de abril de 2013

Nuncamás se dirigió a su casa pensativo. No había logrado su cometido de sacar a Edgar de sus casillas ni arrancarle el más mínimo temblor frente a la fatalidad. Acostumbrado como estaba el escritor a los reveses de la fortuna, no era cosa de dejarse impresionar por un cuervo, por más negros que fuesen su alma y su plumaje. Ya estaba curado de espantos y no tenía ganas de festejarle al imprudente insistente pajarraco sus ocurrencias. Sintiéndose liberado de la nefaria tarea, Nuncamás se encogió de alas y se prometió nunca más intentarlo. Al día siguiente partió de vacaciones rumbo al trópico.    (Paréntesis 21abr13)
 

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