Nuncamás se dirigió a su casa pensativo. No
había logrado su cometido de sacar a Edgar de sus casillas ni arrancarle
el más mínimo temblor frente a la fatalidad. Acostumbrado como estaba
el escritor a los reveses de la fortuna, no era cosa de dejarse
impresionar por un cuervo, por más negros que fuesen su alma y su
plumaje. Ya estaba curado de espantos y no tenía ganas de festejarle al
imprudente insistente pajarraco sus ocurrencias. Sintiéndose liberado de
la nefaria tarea, Nuncamás se encogió de alas y se prometió nunca más intentarlo. Al día siguiente partió de vacaciones rumbo
al trópico. (Paréntesis 21abr13)
Me encanta el cuentecillo y la imagen...
ResponderEliminarUn beso.