lunes, 28 de mayo de 2012

Toda bruja que se precie de serlo sabe que la buena y la mala suerte son en el fondo quimeras y enunciados paliativos. Existen oportunidades, eso sí. Existe eso de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Existe la buena cara o la mala cara de la realidad. Existen los conjuros, los anagramas y los ensalmos. Pero no es éste el tema a tratar en esta noche de luna creciente y presagios de tormenta, en la que el fuego y los destellos del icono de ambarluna iluminan la lente y el espejo curvo detrás de la retina, reflejando la luz y haciendo que nuestros ojos brillen en la oscuridad, al igual que le ocurre a nuestros consortes semidomesticados y ferales. Y como ellos, olfateamos en el aroma ácido de los terebintos la dirección futura del viento, desciframos en el perfume de la floración nocturna del sicomoro los resabios de la soledad, y podemos adivinar en la vibración telúrica del cráter, nuestra madriguera, el destino del aleteo de la mariposa que provocará en otro universo el cataclismo. Pero, una vez más, no se trata tampoco de este asunto. Toda bruja que se precie de serlo sabe que está escrito en las tablas del tiempo su encuentro inevitable, irremediable, irrevocable con el Poder y que de cómo maneje ese encuentro dependerá la calidad, eficacia, disposición y plenitud de su relación con aquel ser que en ese instante mágico y mítico encarne el Poder. Puedo hablar de lo que sé con conocimiento de causa y afirmar, yo que he ido y vuelto ilesa de tal encuentro, que he probado la libertad que otorga el Poder y que, a resultas de ello, me han crecido alas en la espalda. Sé y puedo proclamar que requerí valor para hacer uso de las herramientas de nuestro oficio y acercarme al Poder. Proclamo que supe utilizar el lenguaje cifrado en el que se expresa. Sé y testifico que le mostré las palmas de las manos y crucé su umbral con firmeza y sin dudar. Aproximarme al Poder encarnado fue y es tarea delicada, atenta, sabia, laboriosa y no exenta de peligros. El ser que provocó esta metamorfosis en aras de la libertad, a quien desde ahora y por el sortilegio de su palabra me encuentro eslabonada, espera mi retorno. Lo que para nosotras y nuestros consortes significan infinitos crepúsculos, amaneceres y madrugadas de lunas y vientos, para este ser son instantes, y aún así he de retornar a él. Lo que para mí son intervalos apremiantes de un ciclo evolvente que gira cada vez con mayor rapidez, en él son longevos paréntesis sin consecuencia alguna, y de todas formas mi retorno es inminente e impostergable. Las alas me conducirán a la huella que ha dejado su sombra en el contraluz del horizonte, destino que acepto, recibo y protejo con el talismán del origen… (Paréntesis2) [28may12]

viernes, 25 de mayo de 2012

El Libro de Curiosidades de la Ciencia y Maravillas a los Ojos, manuscrito egipcio del siglo XI cuya única copia conocida fue adquirida hace diez años por la Biblioteca Bodleiana de Oxford y se encuentra resguardada en el núcleo de las galerías concéntricas de la Torre de los Cinco Órdenes, no sólo es una tratado astronómico y cartográfico de capital relevancia, con diagramas de constelaciones, casas lunares y cometas, así como mapas del Nilo y el Oxus, el mar Caspio, el océano Índico, las islas mediterráneas de Sicilia, Tinnis, Mahdia, Chipre y las costas bizantinas de Asia Menor, sino que probablemente contiene más referencias que ninguna otra obra literaria o científica acerca del ambarluna. Considerando que es tan poco lo que sabemos de él, resulta afortunado que la Bodleiana conserve asimismo los papiros hallados desde 1890 en las excavaciones de Oxyrhyncos, antigua ciudad localizada a 160 kilómetros al sur de El Cairo y llamada así – curiosa trivia - por el pez sagrado que en la mitología egipcia se tragó el pene de Osiris. De ella procede un enorme corpus documental de variadísimos temas, incluyendo un texto de medicina, herbolaria y cábala atribuido al poeta y médico Ibn Oliel Al-Tuaty, quien recorrió las estribaciones de Sepharad y Al-Andalus a mediados del siglo VIII, registrando entre otras observaciones algunas de las más admirables características y notables propiedades del ambarluna... Sabemos ahora que se le identificó desde la antigüedad con Argo Navis, una mega constelación de 45 estrellas dividida en cuatro partes correspondientes a las cuatro esferas herméticas ambarlunares: Carina, indistintamente quilla y proa que, como el principio masculino activo y solar, avanza, penetra el oleaje, mantiene la estabilidad de la nave y restablece el equilibrio; Puppis, la popa, contraparte femenina flexible, fértil, oscura, acuática, que acoge intuiciones e interpreta sueños transmutándolos en vaticinios y revelaciones; Vela, receptáculo del ímpetu de los vientos, se insufla de potencia, nervio y voluntad, y garantiza el movimiento; y Pyxis, la brújula que señala dirección, sentido, derrotero y trayectoria. Partiendo de estos cuatro principios – viril, receptivo, enérgico y directriz - se comprenderá la trascendencia que para los ámbitos sensuales de los humanos guarda el ambarluna… [CrónicasAmbarluna3] [25may12]

miércoles, 23 de mayo de 2012

La bruja levanta una vez más el vuelo. Quisiera disfrazarse de pitonisa, consultar oráculos en el vientre de la tierra y, desde las alturas, contar los surcos, los valles, las cañadas y las grietas, desdibujar el movimiento de las arenas en el desierto, desentrañar el mensaje que las aves agoreras han dejado en las copas de los árboles, mirarse en el imago de las aguas mansas y del oleaje salvaje, leer la flama y el rescoldo de incendios sin memoria en las ruinas circulares desperdigadas por la selva… Tiene una imagen clavada en la retina, resto de un sueño confuso, gris, caliente, un presentimiento que se diluye y se atora en la garganta, una duda detrás de los párpados y en la yema de los dedos. El sol negro comienza a aparecer en el horizonte y ella sabe que dentro de poco iniciará el ocaso de esta era, que su energía disminuirá paulatinamente, que las sombras serán más frecuentes que los intervalos de luz y que debe prepararse para el momento del cierre de todas las puertas, el soplo en el que dejará de ser sin ser todavía lo que será, el instante donde todo puede dar un giro, un vuelco, un desfase, perderse la oportunidad y dislocarse la entrada al umbral… O no, o el único sobresalto será el de soltar lo que fue y descargar el fardo, el segundo doloroso y extático de arder en el fuego, permitir la transmutación y cruzar el inverso del espejo y del horizonte. Al otro lado empiezan de nuevo los días, las noches y las madrugadas en ciclos repetidos de números primos y áureos, tres giros lunares que añaden nueve veces nueve a la cuenta e invocan al sol, llenándola de potencia y regeneración, haciendo crecer sus ramas, hojas y flores en explosión orgánica, despojándola de una piel obsoleta y disecada para otorgarle nuevas y brillantes escamas, acercando el jugo de la vida a sus labios y humedeciéndolos en miel… Antes de perderse en el cráter y penetrar los ríos subterráneos, desprende de su cintura el saco de los presagios y lanza al aire caracoles marinos y abalorios de ambarluna que destellan y flotan en el viento, acomodan lentamente su augurio y le arrancan una sonrisa… (Paréntesis) (21may12)
Mi educación sentimental tiene lugar de madrugada. Dejando fuera los dogmas inamovibles de las religiones y el lento o rápido, según se vea, avance de la ciencia, que cuanto más conoce, más desconoce, todos los ámbitos de interés de los humanos están sujetos a escrutinio, interpretación y aprendizaje; nadie ha dicho la última palabra ni posee la última verdad. Siempre se está en posibilidades de indagar y experimentar, y acerca de cualquier cosa podemos ilustrarnos, cultivarnos y aprender. Y para educarse sentimentalmente, no hay como esas horas que ya no son noche ni todavía alba, las más propicias del duermevela, cuando los rastros del sueño y del insomnio se juegan la partida por mi cuerpo y sus procesos moleculares y biorrítmicos. Quizá ese estado alterado de la conciencia, al que llego por efectos del ambarluna, por los alcaloides que se desprenden de su resina y su intoxicante aroma a coníferas, sea el más fértil para el aprendizaje de los sentidos, libres en esos momentos en que se aproxima el crepúsculo matutino, de las cargas y distracciones de lo cotidiano y, sobre todo, del ruido incesante de la mente, sin obstáculos para que el cerebro se conecte sin cortapisas ni interrupciones a las terminaciones nerviosas de la piel y el sistema límbico dé rienda suelta a sus funciones al compás de reacciones químicas dopamínicas, cuyos efectos son la materia prima del aprendizaje sensorial; una educación que alerta mis sentidos y amplía mi léxico de vocablos, glifos y sonidos para describir la más concreta de las realidades. Cuando aquel viernes llegué a su casa y él me abrió la puerta, estaba ansiosa por poner en práctica la lección y ser evaluada por el maestro… [CrónicasAmbarluna2] (18may12)
Llegué a su casa como todos los viernes con el crepúsculo. Siempre provocador y paradójico, él querría que nos viésemos los lunes o los martes, días extravagantes, inciertos, lánguidos y al mismo tiempo apresurados, nada propicios desde mi punto de vista. Para romper con todos los trazos cotidianos, en ocasiones así lo hacemos, rescatamos del desdén a la descompasada jornada lunar o liberamos de sus cadenas al bélico dios marcial y entonces la semana entera se desconcierta, la noche se vuelve madrugada, la madrugada día, los relojes enloquecen, el desvelo se trastoca en sueño… El viernes es no sólo un día que habla de finales y principios, de trabajo realizado y propósitos cumplidos, sino que nací en un viernes de madrugada con el Sol y el Ascendente en Virgo, lo cual si bien no lo dice todo, dice mucho y me resulta por demás benéfico y prometedor… Llegué, entonces, a su casa como casi todos los viernes con el crepúsculo. Nuestros encuentros son el mejor momento de mi semana y vivo para ellos. Me vestí obedeciendo su conjuro: blonda púrpura interior, sobrio negro exterior, el dije de ambarluna que él me regaló y que jamás me quito colgando de una cadena de filigrana entre mis pechos. Me esperaba como casi todos los viernes en la puerta. Hoy, con una copa de vino tinto, escueta, simple. Intuí que me tenía una sorpresa, que me había preparado un banquete… Y habiendo como hay diversos tipos de banquetes, no me sorprendió y sí me agradó ver la mesa puesta para la cena, de seguro un festín, porque este hombre resuelve los retos gastronómicos como sólo un vasco lo haría, con devoción casi religiosa, total concentración y un placer sin redención en la degustación de los sabores y olores de cada ingrediente... El banquete incluiría una conversación prometida, al son y sabor del vino, y si mi piel vibraba ya anticipando su invitación a mi deseo, mi mente saboreaba expectante la confidencia, la revelación, la aventura de penetrar una vez más en el laberinto de sus remembranzas… [CrónicasAmbarluna1] (11may12)