viernes, 14 de diciembre de 2012

Uno de los cuadros más eróticos que existen es “Desayuno sobre la hierba” de Edouard Manet, originalmente titulado “El baño”. ¿Por qué una mujer completamente desnuda entre dos hombres completamente vestidos resulta tan perturbadora y ejerce tal atracción? No es la primera ni la única pintura que mezcla personajes desnudos con sujetos vestidos, como bien apuntaba Émile Zola en defensa del pintor; pero ésta resulta por demás excitante y voluptuosa, además de constituirse en protagonista de un escándalo mayúsculo entre los parisinos y parisinas de la época. ¿Será tan poderosa porque toda la luz se reconcentra en la piel femenina destacando pliegues y curvas? ¿O porque ella mira directa y descaradamente a quien se le ponga enfrente, como diciendo “me importa un comino lo que pienses”? ¿Acaso sea eso lo que el pintor quiso decirle al mundo con esta obra controversial? Muchos críticos e historiadores del arte parecen considerarlo así, ya que en los ejemplos previos la mirada femenina divagaba y se perdía en el espacio, a diferencia de esta mujer cuyos ojos provocan y retan. Tal vez la intención de su creador fuera mostrar el desenfreno ilícito que solía ocurrir en el Bois de Boulogne, aunque no creo que Manet tuviese en mente pontificar sobre la moral. Quizá lo impresionante sea el tamaño descomunal de la tela, de 2.08 por 2.65 metros, escala reservada en aquel entonces – 1863 - únicamente para temas históricos.
Me inclino por la primera razón – el contraste entre la figura femenina al desnudo, en actitud totalmente natural, cómoda y desafiante, y sus ataviados acompañantes masculinos, igualmente relajados, gozosos e indiferentes al escándalo. Ella tan disponible y dispuesta, tan cercana a ellos que bastaría que alargaran un brazo para que sus dedos la rozaran… Agreguemos que se trata de un almuerzo en medio del bosque y al lado de un riachuelo donde otra mujer se está bañando; los restos de la comida – otro de los grandes placeres de la vida – mostrados en primer plano, sabores y fragancias que permanecen latentes, disolviéndose ante nuestros ávidos ojos… La desnudez al aire libre es ya en sí voluptuosa, la sensación – normalmente prohibida - del contacto sin límites con la brisa, la calidez del sol, la temperatura del ambiente, el roce de la breve tela – quizá su vestido – sobre la que ella está sentada… ¿o son sus ropajes descartados los que les han servido de mantel y sobre los cuales quedan abandonadas algunas frutas y una botella vacía? Para mayor complejidad lúbrica, la mujer que se baña al fondo en el riachuelo, ataviada con una prenda íntima ligera y sedosa que no deja ver su cuerpo, parece revelar un secreto más acerca de lo que pudo haber ocurrido antes de esa escena o podría estar a punto de ocurrir…
Recostada junto a él, me gusta imaginar la conversación, las intenciones, lo sucedido entre esas dos parejas; él y yo mirando el cuadro de Manet en un libro de arte que él sostiene formando un círculo perfecto con sus brazos dentro del cual yo me envuelvo, descansando ambos en el sillón favorito de su casa, el dije de ambarluna brillando con luz propia entre mis pechos… Me gusta escuchar la interpretación que él le da a la escena, su punto de vista tan masculino, el contraste con el mío, nuestras fantasías entrelazadas. Un preludio al abandono del libro, del sillón y de mi propia ropa en sus manos… [CónicasAmbarluna32] (14dic12)

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