Tú
mandas y yo obedezco. En las horas claras en las que resplandece el fulgor ambarlunar,
en los intervalos sombríos que encienden y potencian el estímulo de su aroma
resinoso, tú mandas y yo obedezco. Me gusta obedecer el dictado de la piel,
plegarme a la dulzura demandante de los labios, someterme al imperio
inescapable de los dedos. Acato sin resistencia el llamado de las manos. Observo
puntual el calendario inesperado de los besos. Cumplo la promesa de la mirada.
Respeto el acuerdo signado por la lengua. Me doblego dócilmente al cerco de las
piernas. No puedo menos que rendirme al fuego húmedo e inclinarme ante las
dádivas de la miel. Tú mandas y yo
obedezco. Pero no es que tus deseos sean órdenes. Es que tus deseos son mi
capricho, tus caprichos son mi fantasía y tus fantasías son mi deseo. Así de
sencillo es esto del amor. [CrónicasAmbarluna56] (28sep13)