miércoles, 31 de octubre de 2012

Las sorginak toleramos las leyendas que los humanos tejen a nuestro alrededor. Las toleramos y no mitigamos ni el terror ni el ensueño ni la fantasía que las crea y alimenta. Que hacemos pactos con fuerzas consideradas por ellos oscuras y de las que no poseen nociones claras ni experiencias disponibles. Que asistimos a la Diosa en su lucha por hacer pagar cara la mentira. Que nos preocupa ayudarles o perjudicarles en su pequeñez y mezquindad.
Nada más equivocado. Ni la Diosa requiere de nuestra asistencia, ni las brujas pactamos con otros poderes que no sean los de la Naturaleza, ni los seres humanos nos conmueven para bien o para mal. Pero las leyendas cumplen oficios de neblina, de espejismo, de dislocación y de irrealidad; por ello nos son útiles y por ello las toleramos. En esta época del año, cuando las fuerzas de Samhain – la Noche de los Ancestros – se coluden o colisionan, según ocurra, con el misterio y la muerte, nuestra presencia se potencia.
Llegan ecos al mundo de los humanos de nuestros cánticos y aullidos, mientras danzamos al son del ambarluna en el círculo portentoso del Aker Larre. La mirada de nuestros sigilosos consortes relumbra fija e incandescente, tan poderoso es su contacto con el universo paralelo de los muertos. A su vez, la manada hermana responde a nuestro aullido con un coro prolongado y la hembra alfa rastrea el Alma del Mundo olfateando al viento. El rugir estelar confluye en el frenesí de la vida, el paréntesis de la muerte y el fragor de nuestras gargantas, vibrando en el horizonte de los humanos, que tiemblan de desasosiego sin saber por qué, echando mano inútilmente de esas leyendas por ellos inventadas para tratar de atenuar el espanto, sin imaginar lo que esconden y lo que de cierto acecha sus pasos. Así es. Así ocurrirá esta noche. [Paréntesis13] (31oct12)

viernes, 26 de octubre de 2012

A veces es cosa de adentrarse en el mar y buscar la huella de tu aroma. El dije de ambarluna que pende de mi pecho es como un faro: brilla intermitente señalando el camino, me quema la piel, perfuma la arena. Esta mañana caminé hasta la playa, amarré al tronco de la palmera, como de costumbre, el pareo deslavado – una señal para mi retorno náufrago - y me deslicé lentamente en el oleaje que hoy amaneció más tranquilo que otras veces. Apenas una caricia recurrente, suave como tu recuerdo. Nado serena y acompasada, envuelta en tus palabras.
Con cada brazada las saboreo, las escudriño en busca de significados, las observo con los ojos cerrados, las escucho entremezclarse en el distante graznido de las gaviotas, cormoranes y pelícanos que a diario dan la bienvenida a los pescadores. Es un paisaje tan familiar y bienamado. El de las aves mañaneras. El de tu voz. Boca arriba, me dejo llevar por el vaivén y siento cómo se acerca flotando el deseo; lo has puesto en la yema de mis dedos con cada toque de tu ardor. Me viene a la mente lo que anoche escribiste para mí; una a una tus palabras se deslizan en cada gota de humedad, penetran cada poro, llenan de sal mis labios, revuelven mis cabellos, juegan con mi sonrisa. Y me doy cuenta de que no estás tan lejos. [CrónicasAmbarluna25] (26oct12)

lunes, 22 de octubre de 2012

Estoy preparada para cualquier pesadilla que quiera asaltarme esta noche. He tomado todas las precauciones. Ningún monstruo miope habrá de tomarme desprevenida, ni siquiera aquellos que habitan al filo de las sábanas. Sé el conjuro para domesticarlos y hacer que coman de mi mano, velen mi sueño, acompañen el crepúsculo y desaparezcan luego por una puertecilla debajo del colchón. Me dejarán entonces tranquila y a solas con las fantasías que pueblan las paredes y mi piel.

jueves, 18 de octubre de 2012

Me paré frente al espejo y pensé: éste vestido le encanta. Ciñe mi cuerpo en ciertos lugares, lo libera en otros; texturas que se adhieren, vuelos que sugieren. El naranja, el púrpura el turquesa y el verde oscuro se combinan a la perfección en coloraciones otoñales tan mías y de mi piel. Los tacones hacen juego, al igual que los pequeños aretes que no estorban los destellos del dije ambarlunar…
“¿Sabes qué me gustaría?” – me escuché decirle – “Pararme frente a un espejo, de esos antiguos, bruñidos, de cuerpo entero, finamente enmarcado en plata con incrustaciones de nácar y ambarluna que irradien fragancias resinosas... Bajarme lentamente los tirantes del vestido, dejarlo caer y tras él uno a uno mis disfraces, y que queden tirados por el suelo. Mirar mi cuerpo con deleite, sin reparos. Sentirte atrás de mí, rozando mi espalda, tan cerca que tu aliento se confunda con mi pulso; descubrirte siguiendo con tus dedos la directriz y el confín de mi mirada…” Él entonces se acercó, me pidió que cerrara los ojos, acarició los contornos del vestido y procedió a transmutar mi fantasía... [CrónicasAmbarluna24] (19oct12)

martes, 16 de octubre de 2012

Mira mis manos y verás que son anchas y poderosas. Manos de shamana. Mi columna vertebral sostiene un esqueleto fuerte, de coyunturas sólidas. Nunca sería delgada aunque me lo propusiera. De contornos femeninos, mi cuerpo combina vastedad e stable y suavidad. Puedo mirar como un águila, si quiero, pero normalmente no quiero, y entonces mis ojos muestran otras facetas de lisura. Bien lo sabes y te acercas, gatito bebé, sin temor, lleno de curiosidad, jugueteando, olfateando, maestro de la ternura. Me muestras el lado fino de la luna en tus pasos inciertos. Trepa, brinca, toma lo que desees. Inesperadamente aprendo el dictum de la guerrera espiritual, capaz de armonizar potencia y dulzura; acoplar fortaleza y bondad; unir vigor y resistencia con gentileza, gracia y compasión. [Para Moushka. 17oct12]

viernes, 12 de octubre de 2012

“Permítame citar a Pufendorf” - me dijo muy serio el bibliotecario referencista aquella tarde estival en la que el cielo marsellés amenazaba borrasca – “En su Introducción a la Historia General y Política del Universo, Amsterdam,1743, Pufendorf habla en términos inusuales pero inequívocos acerca de las propiedades oníricas del ambarluna…”
Yo no le respondí. Me limité a mirar los añejos tomos que él iba apilando sobre el mostrador, mientras salpicaba su discurso aquí y allá de oscuras citas y latinajos. Parecía haberle entusiasmado el tema de mi búsqueda bibliográfica. La biblioteca olía a papel viejo y a estantería de sicomoro, la madera incorruptible que los egipcios utilizaban para guardar a sus momias. Yo olía a ambarluna y el bibliotecario no pudo evitar fijarse en el dije que colgaba de mi pecho ni abstenerse de comentar su fulgor tornasolado. “Imagino que usted ha experimentado su efecto apotropaico” – añadió señalando el dije; y como yo, en lo que se refiere al ambarluna siempre hago mi tarea, le pude responder que sí, que tal era normalmente lo que se esperaría de un talismán cuyo objetivo, entre otros muchos, era atraer la buena suerte y asegurar la protección de su dueña. “Yo en lo personal” – continuó el bibliotecario – “prefiero el Udyat, completo en sí mismo y cuyas propiedades mágicas, purificadoras y sanadoras me dan cierta resistencia a los efluvios de este lugar…”
No pregunté, pero entendí que se refería a la biblioteca por el gesto de sus brazos, que abarcó el espacio circundante de libros, pilas de documentos y rollos de papiro y pergamino. “El Ojo de Horus es un símbolo solar que encarna el orden, lo imperturbado, el estado perfecto, la estabilidad cósmica”. No quise contradecir su preferencia, pero comenté que el ambarluna abraza, en cambio, la flexibilidad de la vida, el vaivén de la naturaleza, la luz y la sombra de las emociones, el sortilegio de la sensualidad… “Madame” – me espetó mirándome por encima de sus pequeños anteojos – “quizá deberíamos comparar notas acerca de nuestras aparentemente contradictorias y sin embargo complementarias inclinaciones…” No dije que no y me limité a sonreír. El ambarluna, entonces, restalló en brillos perfumados. [CrónicasAmbarluna23] (12oct12)

domingo, 7 de octubre de 2012

No importa cuán alto sea el abismo ni lo difícil o fácil de su trayecto ni la elegancia del atavío de nuestro cuerpo. Nada hay tan seductor para una bruja como dejarse caer al vacío. La entrega absoluta e irrevocable a fuerzas más allá de nosotras y de nuestros poderes; la ráfaga, el torrente, los mundos precipitándose a nuestro encuentro… Siempre está la posibilidad nefaria de estallar en mil pedazos y desaparecer; pero aún ese riesgo –sobre todo ese riesgo – magnifica el placer de levantar el vuelo en el último instante posible, remontarlo en el reborde de un soplo, salvar por un suspiro el lance de la existencia, cruzar el horizonte del viento seguidas de una rojiza cauda ambarlunar. ¡Ah, el placer del abandono! [Paréntesis12] (7oct12)

viernes, 5 de octubre de 2012

Llovió durante toda la noche y aún ahora, de madrugada, el bramar de la tormenta acompaña nuestro ensueño. Acunada en tus brazos, vibro al destello intermitente del relámpago y su estruendo, juguetes favoritos de Yansá Santa Bárbara, la orixá de mi devoción, que en su furia gozosa desata el combate celeste de las nubes, mientras susurro el saludo de su predilección: ¡Eparrei! ¡Eparrei, Yansa! De su mano y en vuelta en tu piel, recorro el camino de regreso a mi niñez, a aquella Cuernavaca de tormentas nocturnas cuando mi padre tranquilizaba el terror haciéndome contar los segundos entre el rayo y el trueno, calculando la cercanía o el alejamiento del vendaval. Así aprendí a entregarme al clamor de la lluvia, a la batiente nebulosa, al arrebato del mar.
Toda la noche, saliendo y entrando del sueño, entro y salgo de tus manos; me sueltas, me atraes de nuevo hacia ti, tus caricias marcan el ritmo del estrépito celeste que se aleja y regresa con energía renovada. Me tomas, me liberas, me revuelcas, me descansas. Son tuyos el sobresalto de mi sangre, el batir de mi pulso, la humedad de mis muslos. Amanece y la tormenta está exactamente sobre nosotros, ya no hay conteo entre el rayo y el trueno, son uno solo y somos uno solo, ya no hay más que ascenso al descenso en el vórtice de nuestro deseo. Te dejo de nuevo dormido, bajo a la terraza y salgo al último fragor de la batalla que se aleja poco a poco y deja una lluvia pertinaz que es sólo tregua, el verdor resplandeciente del jardín, el aroma que llega del mar, los sonidos del manglar. Completud. Si acaso no existe tal palabra, en este momento la inauguro, le doy vida y la incluyo en el vocabulario del amor. [CrónicasAmbarluna22] (5oct12)

martes, 2 de octubre de 2012

Buscando mis raíces, abandoné la ciudad y sus plazas. Ya no más puentes ni pasos a desnivel. Ya no más muerte estéril ni seres torturados que presumimos comida. Cuántos intentos de control y límites a la libertad. Es un no a la risa, es la mirada dura de una mujer que sufre, es la dureza disfrazada de ciencia, es la destrucción ataviada de tecnología. La cerradura se cerró tras de mi y la bruma fue mi despedida. Miré desde el muelle los lotos flotando en el río, miré hacia el mar y me puse de rodillas en la arena. Llegué al pueblo de mis ancestros, que estaba de fiesta, y hasta el viejo carcelero participó descalzo en la danza de la vida. [Paréntesis11] (2oct12)